domingo, 19 de febrero de 2012

El feminismo también es ayudarnos: el cambio hacia la sumisión

Hoy no quiero poneros buenorros como los sábados sino un texto de mi libro de Psicología Social sobre las mujeres maltratadas. Comprenderlas puede ser el mejor modo de ayudarlas.


Mujeres maltratadas por sus parejas: el cambio hacia la sumisión

Con frecuencia aparecen en los medios de comunicación noticias sobre mujeres maltratadas por sus parejas que han estado soportando durante años estos abusos y vejaciones sin denunciar a sus verdugos. Según los datos del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, la mayoría de las mujeres asesinadas por sus parejas o ex-parejas no habían denunciado previamente a sus agresores. ¿Por qué razón? ¿Ignoraban el peligro que corrían?
Los profesionales encargados de prestar apoyo existencial a mujeres víctimas de violencia por sus parejas o ex-parejas saben muy bien que en muchas ocasiones la víctima retira la denuncia o disculpa al agresor tratando de evitar que vaya a la cárcel. Una de las características del maltrato es que se convierte en algo crónico. Las mujeres suelen permanecer en esta situación durante largos periodos antes de decidirse a denunciar al agresor o romper la relación. Dependiendo de cada caso, las razones que explican que la mujer no busca ayuda pueden ser afectivas (dependencia emocional de la pareja), económicas (dependencia económica) o sociales (los familiares, los hijos, las creencias religiosas). Sin embargo, en la mayoría de los casos las razones psicológicas son las que impiden que la mujer emprenda el camino para romper la relación. Las mujeres asesinadas por sus parejas o ex-parejas son sólo la punta del iceberg de la violencia psicológica que padecen miles de mujeres.

Ese grave problema social se ha analizado en Psicología desde diferentes perspectivas. Algunos de sus procesos psicológicos implicados están relacionados con la disonancia cognitiva. La relación inicial en una pareja en la que el hombre termina siendo el maltratador no es muy diferente de la situación de cualquier otra pareja. Los cambios son paulatinos, por lo que no hay un deterioro brusco que alerte a la mujer. Formar una pareja es una de las decisiones más serias que se toman en la vida. Ese compromiso se basa en la creencia de amor mutuo y en la disposición de establecer un futuro que se augura mejor junto a esa persona que sin ella. Una vez se ha tomado esa decisión, se aumentará la importancia de las creencias que la sustentan y se minimizará cualquier temor a que fracase. Es frecuente que desde el comienzo de la relación aparezcan conductas de abuso, como amenazas, reproches o humillaciones, pero la mujer tiende a justificarlas por varias razones: inicialmente no suelen ser de mucha intensidad: se dan en situaciones de conflicto que pueden ir seguidas de comportamientos de amor; y, muy importante, reconocer ese maltrato implicaría admitir el fracaso del compromiso de ser feliz al lado de ese hombre.
La agresión siempre surge en el marco de un conflicto y, al menos al principio de la relación lo normal es que vaya seguida de manifiestos de arepentimiento, por lo que la tensión que desancadenó la agresión queda ahogada por expresiones de perdón. Dentro del marco de una relación de compromiso mutuo en el que en su momento se estableció la relación de pareja, este tipo de sucesos se justifica como algo que ha ocurrido en situaciones muy específicas.
Poco a poco la víctima se ve envuelta en una dinámica a través de la cual minimiza su poblema sin que tome consciencia de la gravedad del mismo. La mujer tiende a disculpar al maltratador con argumentos como "es su manera de ser", "es muy buen padre", "cuando se le pasa se arrepiente", lo que lleva a mantener una actitud positiva hacia él. Al mismo tiempo, trata de hacer lo que él quiere para no desatar la violencia. Puede ser que el maltratador reconozca que se ha pasado en la agresión, pero racionalizará su conducta argumentando que ha actuado legítimamante, como debía, sólo que fuera de sí por culpa de ella. Al final, la mujer se siente responsable de lo sucedido y paulatinamente se va sometiendo a los deseos del maltratador para no provocar respuestas violentas. Cuando se desencadena la violencia, la mujer se autoinclupa por no haberlo evitado. Esa percepción negativa de sí misma va minando su autoestima.
El proceso es progresivo y la mujer acaba viéndolo como normal. El maltrato es invisible para los demás y también para la propia mujer que vive en una situación permanente de terror. En este proceso las lesiones psicológicas suelen ser más graves que las físicas. Para algunas el sufrimiento acaba con su asesinato. Son muy pocas las mujeres que consiguen escapar a este sufrimiento.

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